Ricardo Elvando Ballesteros, supo ser un hombre que en su paso por Santa Teresita, dejó una hermosa huella cuando formo parte del Rincón Literario de la Biblioteca Alfonsina Storni, junto a otros y otras poetas locales. Hoy seguimos en contacto y de vez en cuando la vida….le `permite enviarnos algo de su extensa obra literaria. Hoy compartimos con nuestros lectores: una biografía abreviada “ Hacia el Horizonte de la vida”
Capítulo 1
Con la pluma y el tintero… en aquel entonces comenzó a escribir. Hoy, desde el otro borde de la vida, la computadora transcribe sus pensamientos. Entre éste y aquel momento transcurrieron las experiencias que guardó como recuerdos anidados en el claroscuro de su mente. No todos fueron brillantes; algunos quedaron tapados bajo un manto de tristeza, arrepentimiento o perdón. Sus primeros años los pasó galopando veloz, a rienda suelta entre lagos y montañas, entre arroyos y desierto. – ¡Linda tierra aquella Patagonia! – pensó- Formadora de hombres prematuros, responsables del deber solidario, para con familia y vecinos. En la familia chica eran sólo cuatro. La grande se incrementaba con abuelos, tíos y primos, radicados lejos en la geografía, pero muy unidos en el sentimiento.
Los amigos… muchos, la mayoría de cuatro patas (a los emplumados de dos, apenas los reconocía como conocidos). También tuvo enemigos cordiales, pumas, zorros, y jabalíes; con los que jugaba a las escondidas y siempre montando un buen parejero por si fuera necesario huir, y por si el caballo pisara una vizcachera que lo obligara a rodar, no faltaba el faconcito bien afilado, sujeto a la rastra campera sobre el costado izquierdo (él era diestro) para que saliera cortando. La primera vez que vio un mar fue el blanco “mar de nubes”, desde la cima del cerro Piltriquitrón. Arriba el cielo resplandecía de azul. Años después lo vio al revés, abajo el mar azul y arriba las nubes blancas. Fue entonces cuando cambió su vocación; primero soñaba ser estanciero (quizá por influencia de su abuelo paterno, ya mayordomo de campo a los dieciocho años). Pero desde ese momento quiso ser marinero. También cambió de prócer inspirador, dejó a Don Juan Manuel, administrador de campo, y adoptó al Almirante Guillermo Brown. Alguna influencia pudo tener también su otro abuelo, de niño pescador en las Rías Gallegas. En la literatura tuvo importancia la genética heredada de sus padres; madre docente, con paso por Filosofía y Letras; padre periodista y poeta, convertido en agricultor por virtud de las circunstancias.
Capítulo 2
Cuando cumplió veinticuatro consideró que ya tenía media vida hecha y decidió incrementar la familia. Se casó con la única novia que consideró que podría ser su mujer. Pronto llegaron los hijos y todos se plegaron a la afición náutica. Fueron años de navegación costera y consolidación familiar; hasta que lograron construir un gran catamarán velero, con la ayuda práctica de los chicos y las privaciones de la esposa que resignó renovar vestuario trocándolo por tambuchos y partes del velamen. Recordó la confección de los planos de ese barco con la ayuda de la gran computadora de una Empresa amiga. En aquel entonces esos instrumentos electrónicos se instalaban en un salón hermético, con aire acondicionado tan frío que él debía trabajar con sobretodo. La idea, con ese barco, era parar los estudios y trabajo durante dos años y dedicarlos a circunvalar el mundo. Las vicisitudes de la vida hicieron naufragar el proyecto; no así al catamarán con el que siguieron navegando. La tripulación fue aumentando a medida que llegaban nueras y nietos
Capítulo 3
Rememoró que en su pasado nada le hubo resultado fácil. Siempre buscó averiguar el motivo que justificara su existencia. En la vida anduvo enredado entre el amor y la aventura. Aquella vez, cuando de muchacho regresó al hogar después de uno de esos entreveros que emprendía en nombre de Dios y la Patria, su padre lo abrazó y le dijo, – “Hijo, sos un valiente”- Y él lo creyó. Anduvo sin miedo jugándose por lo que fuera, soportando atentados (como la bomba que estalló en su casa) y un sinfín de amenazas; hasta que un día aceptó que ya no era valiente… Falleció uno de sus hijos, y se dejó vencer por la angustia… Tras un lapso prolongado de duelo y amargura, gracias a la intervención de otro de sus hijos, recuperó el entusiasmo, cambiando el sentimiento de angustia por otro de aceptación.
Capítulo 4
Cuando de chico descubrió la Vía Láctea comenzó a reflexionar respecto de la Armonía Universal y el origen de la Creación. De grande, con ayuda de la Física Cuántica y la Teoría Dimensional, forjó su ideología metafísica espiritual. Primero, cuando observaba el cielo veía Las Tres Marías, La Cruz del Sur y el Lucero entre tantas estrellas. Luego aprendió a distinguir constelaciones en ambos hemisferios celestes (conocimiento indispensable para el buen marinero)
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La melodía de la Para Elisa, surgida de los altavoces de la casa, lo obligó a dejar su reflexión y apresurarse para llegar hasta la silla de ruedas que albergaba a su esposa inválida y contenía ese dispositivo que funcionaba de alarma. Fue en ese momento cuando descubrió aquello que buscaba; “el motivo que justificara su existencia”.
¡Allí estaba! No era una penitencia sino el deber solidario fundado en el Amor, durante tantos años. Por eso debía vivir sin dejarse llevar por la marea que pudiera sacarlo de la playa hacia mar afuera, en busca del Horizonte de la Vida.