A 60 años de su muerte recordamos a Molina Campos, su vida y su casa en Santa Teresita

En Santa Teresita, se conserva la casa donde veraneaba Molina Campos quien falleció un  16 de Noviembre  de 1959, por lo que  se  cumplen 60 años del fallecimiento del dibujante y pintor costumbrista, que popularizó con sus personajes  a gauchos, paisanos y animales del campo inmortalizados en las láminas de los calendarios de la empresa Alpargatas.

Muchas veces sus vacaciones, las disfrutaba visitando la estancia paterna de  Los Ángeles  en el pago del Tuyú. De niño asiste a los colegios de Lasalle, El Salvador y Nacional Buenos Aires y en las vacaciones visita la estancia paterna  en el pago del Tuyú, (hoy Gral. Madariaga). Allí aprende a querer y a conocer profundamente a los hombres de campo y a enamorarse de los paisajes pampeanos que infinitas veces llevara a sus cuadros. En Los ángeles del Tuyú nace su vocación.

Años más tarde, se calcula que fue en 1950, luego de la fundación de Santa Teresita (1946), cuando la familia construye una casa en Santa Teresita a la que llamaron:“La dejo el mar” la cual es actualmente mía: “Estaba convencido que el nombre de la casa (La dejó el mar) estaba relacionado con su proximidad con el océano, luego me enteré el porqué del nombre. Realmente era muy ingenioso, el nombre lo armó con las iniciales de los nombres de mis hermanas: La… de Laura; de…de Delia; jo… de Josefina; el… de Elisa y Mar… de Marta.

Mi padre nos llevaba a todos los hermanos a su estancia Los Ángeles en los pagos del Tuyú. Antiguamente esta estancia era mucho mas grande y se llamaba  San Isidro quedaba a mitad de camino entre Mar del Tuyu y Gral. Madariaga. Pasábamos todo el verano muy entretenidos; siendo testigos del diario trajinar de los peones. En nuestros juegos imitábamos su lenguaje, sus ademanes, nos vestíamos como ellos y nos sorprendía el peligro de sus faenas campestres. En esa época fue que conocí a Teleforo Areco. Era el capataz de la estancia y con el tiempo se convertiría en una de las personas de mi mayor afecto. Con edades distintas fuimos creciendo juntos; ya que nunca se fue de los Ángeles mientras fue de nuestra propiedad.

Los días de lluvia nos dedicábamos a completar los deberes  para las vacaciones más otras tareas que nuestros padres nos asignaban. Yo aprovechaba y reproducía los elementos de la estancia. Los recortaba y los ubicaba sobre la mesa del comedor. Borroneaba también algunos paisanos exagerando sus gestos característicos. Recuerdo la primera vez que le mostré a Teléforo el dibujo que había hecho del Aniceto – otro de los paisanos –  Pero si es el mismo dijo mostrándome sus enormes dientes en una socarrona sonrisa. Otro día dibuje a otro y otros días a otros mas, siempre con la aprobación de Teléforo quien al reconocerlos le causaba mucha gracia; cosa que no ocurrió cuando lo dibuje a el y se lo mostré a los demás.

Los días felices de la estancia del Tuyú mas tarde se prolongaron en  La Matilde ubicada en Chajarí muy cerca de Concordia – Entre Ríos: Allí también nos gustaba estar entre la peonada, visitando puestos, ayudando y aprendiendo el ancestral arte del trabajo del hombre de campo. Ya por entonces tenía 12 años. Edad ideal para travesuras. Algunas fueron recordadas durante mucho tiempo por lo peligrosa en que se convirtieron

El 26 de marzo de 1907, antes de cumplir los dieciséis años, se termino nuestro mundo feliz; ya que repentina e inesperadamente muere mi papá. A partir de ese momento todo será muy diferente.

Corría 1920 y a pesar de la monotonía a la cual creía haberme adaptado, mi vida parecía que iba a encaminarse de una mejor manera. Podría decir que nuevamente, la vida, me sonreía. Me case, me instale comercialmente. Realice importantes relaciones comerciales dentro del rubro ganadería. En 1921 nació mi primer y única hija a la que llamamos Hortensia (Pelusa)

Todo fue un espejismo. Muy pronto nuevamente los sueños se derrumbaron. La idea de continuar con la tradición familiar relacionada con la vida agropecuaria del país tropezó con graves inconvenientes económicos y desencuentros societarios. Ante el desastre intentamos con mi hermano Carmelo una nueva empresa en la provincia de Santiago de Estero. Las penurias vividas fueron demasiado cruentas para un hombre de la ciudad. Siempre que habia salido al campo no era más que para pasear en las estancias de mi padre, en vacaciones y la vida que hacíamos con Carmelo era horrorosa. Por el calor nos levantábamos al alba, ordeñábamos, lavábamos la ropa, hachábamos en el monte y acarreábamos inmenso troncos de quebracho, a veces al hombro para ayudar al único caballo que teníamos. Al cabo del día, con los brazos, manos y piernas a la miseria de espinas y solazos, todavía a cocinar, lavar los utensilios y nuestra ropa y caíamos como piedras a la cama ¿A qué? ¿A dormir? ¡No! A luchar con las vinchucas, cucarachas y otros tantos parásitos que anidaban en el miserable rancho en que vivábamos…  Una violenta helada que destruyo toda nuestra huerta fue la señal que veíamos llegar. Fue la señal de otro fracaso y el retorno de nuevo a Bs. As en donde me esperaba la demanda de divorcio. Tenía treinta y tres años y mi vida era un verdadero desastre.

Retome los pinceles con nueva fuerza tratando de olvidar los infortunios pasados. Escribí, además, cuentos camperos con la idea que el diario La Prensa me los publique. Me interesaba la escritura gauchesca y poder ilustrarla con mis dibujos. Mientras tanto voy acumulando, en secreto, carpetas con mis dibujos. Tenía guardado los que había, hecho, siendo niño, en el Tuyú, en la Matilde y en todos estos años de infortunio. Eran escenas de la vida en las estancias y los caminos de la pampa, algún ranchito con sus moradores y animales, paisanos jineteando, algunas marinas y otros tantos mas. Si bien eran auténticos; mas que nada tenían el valor del afecto y el de la nostalgia. Nunca pensé que algún día podría llegar a utilizarlos.

 

FLORENCIO  SANCHEZ, SUS MATRIMONIOS Y SU PINTURA

Durante una exposición que llevó a cabo en Mar del Plata en el año 1927, Florencio conoció a una joven mendocina, María Elvira Ponce Aguirre, a la que no volvió a ver por un largo período. Años después formaron pareja y convivieron hasta la muerte de Florencio en el año 1959. Como en la Argentina no estaba legalizado el divorcio, y por lo tanto no se permitía el casamiento de personas separadas, la pareja contrajo matrimonio sucesivamente en Uruguay en 1932, Estados Unidos en 1937 y, finalmente, por civil en Buenos Aires el 9 de marzo de 1956, favorecidos por la Ley Perón.

El pintor realizó su primer viaje a Europa y expuso en París. Más adelante viajaría infinidad de veces, invitado por diferentes gobiernos como representante cultural argentino. Fue profesor de las nuevas generaciones, tanto en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda como en Bellas Artes.

A partir de 1942, Molina Campos estrechó su relación con Walt Disney y fue contratado para asesorar al equipo de dibujantes para tres películas que los Estudios Disney estaban por realizar, ambientadas en la Argentina y basadas en obras del artista argentino y en los paisajes que habían visto en sus viajes a nuestro país. Molina Campos había sido convocado cuando ya estaba bastante avanzada la primera de las tres películas que planeaban realizar. El pintor argentino no compartía las extravagancias que el estudio cinematográfico quería hacer protagonizar a los paisanos y, tras varios intentos fallidos por lograr una representación más fiel del gaucho argentino, renunció. Ya sin Molina Campos, Disney decidió convertir las tres películas en una sola, que se conoció como “Saludos, amigos”.

En 1944, el pintor formalizó un contrato que se extendería por 10 años en forma consecutiva con la firma norteamericana Mineapolis-Moline, para la que ilustró entre 1944 y 1958 una serie de almanaques similares a los de Alpargatas, pero que incluyeron – por sugerencia suya- maquinaria agrícola de esa empresa. Además efectuaron afiches, estampillas y naipes y se reprodujeron los cuadros en diarios y revistas. En 1951, editaron también 12 láminas de los originales de ese año.

El 16 de noviembre de 1959, superado por una enfermedad terminal luego de una infructuosa operación, Florencio Molina Campos murió en Buenos Aires. Sus restos permanecieron en la bóveda familiar de la Recoleta hasta que, en la década del 70, fueron trasladados a instancias de Elvirita al Cementerio de Moreno, en donde permanecen.

Fue la imagen de Florencio la del típico argentino, simpático, entrador, audaz, excelente bailarín, con un envidiable carisma del que se valía para amenizar las reuniones a las que concurría. Poseía un fuerte carácter, que rasaba en ocasiones el mal humor. Era amante de la música clásica, que escuchaba durante las noches mientras pintaba. No tuvo una visión comercial de lo que hacía. Pintaba porque le gustaba pintar. Cuando por la guerra no entraba al país papel canson que utilizaba, pintó sobre cajas de ravioles, cuyo material reunía buenas cualidades como soporte de su arte. Jamás proyectó su obra a futuro. Vendía sus pinturas, sí, pero a precios sumamente módicos para la época, que sólo le permitieron vivir decorosamente. Pintó infinidad de cuadros, probando con diversas técnicas.

Estos al igual que otros detalles de la vida de Molina Campos, surgen de la cuidada, respetuosa y estudiada biografía escrita por el Profesor Juan Carlos Ocampo, editada originalmente en 1980 y recientemente actualizada y reeditada, ante el reiterado pedido de admiradores tanto de la Argentina como del extranjero.

LA ESTANCIA  “Los Ángeles” actualmente  pertenece a  los socios: Carlos María Galarce, casado, argentino, nacido el 3/04/1968, licenciado agrario, DNI 20.213.832, CUIT 20-20.213.832-3, y María de los Ángeles CASA, argentina, casada, nacida el 29/04/1973, socióloga, DNI 23.470.003, CUIL 27-23470.0036, ambos con domicilio la Avenida Santa María de Tigre 6385, Lote 25 Manzana 10, Partido de Tigre, Provincia de Buenos Aires.- Constitución escritura 75 del 04/06/2015, folio 212 del Reg. 1643 de CABA. Su denominación actual: ESTANCIA LOS ANGELES SRL.

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