En este siglo XXI en las localidades turísticas argentinas, tanto funcionarios como servidores públicos, utilizan las palabras “hospitalidad y buenos anfitriones” haciendo hincapié en llevar adelante actitudes con el turista, con el objetivo que los visitantes vuelvan a elegirnos como destino de sus próximas vacaciones. Sin embargo no es cuestión tan solo de mencionarlas, hay que tener un sentido de que el “otro” me importa, es como un ejercicio de virtudes. Desde el siglo XVIII, hay antecedentes donde se analiza la hospitalidad en general y la turística en particular a la luz de varias disciplinas (Filosofía, Ética, Religión, Derecho, Politología e Historia).
Hay un concepto filosófico moderno de hospitalidad
Para comprender los cambios que debemos realizar en la actualidad, comencemos por saber que el filósofo Immanuel Kant (1724-1804) es el único que objetivamente desarrolló un concepto de hospitalidad turística, aunque no parece que manejara una idea de turismo homologable con la de hoy en día. Pero, sin duda, Kant es un precursor de la creación del conocimiento turístico. Kant define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley».
La hospitalidad como deber moral
Lo verdaderamente moral, reflexiona Kant, estriba en actuar motu proprio de buena voluntad, no a causa de una obligación para con los demás, y en hacerlo de tal forma que se pueda desear, sin contradicción, que todo individuo se someta a los mismos principios. En el caso de la hospitalidad, la corrección moral es efecto de tratar bien al otro, al huésped, respetando la propia dignidad, la del otro y la de todos, siendo atento, cuidadoso, etc.
En Lecciones de Ética, Kant construye una noción de benevolencia (simpatía y buena voluntad hacia las personas) que proviene de la profundidad del ser y anima sinceramente a observar los deberes para con los demás, añadiendo a los fundamentos morales una orientación práctica con la finalidad de hacer amigos
En resumen, el concepto kantiano de la hospitalidad con el carácter de deber moral tiene sentido como realización del imperativo categórico en tanto que modo de vida ético, es decir, como ejercicio de virtudes.
La hospitalidad pura o incondicional no consiste en una invitación y menos aún en una invitación sin nobleza de espíritu y codiciosa. Sin esta hospitalidad, no habría surgido la concepción del otro, de la alteridad. La hospitalidad-hospitalidad está de antemano abierta a todos, cualquiera puede entrar en nuestras vidas, aunque no se le espere y aunque sea absolutamente extraño, imprevisible, cabalmente otro. Es una hospitalidad sin preguntas y sin juicios identitarios, que crea un espacio de seguridad y confianza donde el frágil puede reponerse, restaurarse, etc. y donde el anfitrión juega un rol fundamental.
Clases de hospitalidad y casos ejemplares
De todas las clasificaciones posibles, nos interesa, primeramente, la que ordena la hospitalidad en: no comercial, comercial y subvencionada. La no comercial es gratuita. La comercial es onerosa, porque se paga un precio. Y la subvencionada es la becada o sufragada en todo o en parte por un tercero. En segundo lugar, en función de quien presta la hospitalidad cabe distinguir: la individual, la familiar, la de grupos de interés o asociativos (religiosos, sindicales, militares, etc.), la pública (de ciudades, regiones y Estados) y la empresarial. Aquí concluye la relación habitual.
En el siglo XX se han incorporado dos agentes capitales o centrales: los ciudadanos y las instituciones. a) La hospitalidad ciudadana. El comportamiento hospitalario del ciudadano que no trabaja en empresas y organizaciones de hospitalidad es decisivo para la satisfacción de los visitantes y para la imagen del destino. b) La hospitalidad institucional. La ordenación del territorio urbano o rural, las infraestructuras (vías, agua, energía, seguridad, higiene, sanidad, telecomunicaciones, bancos, etc.) y el papel que desempeñan las superestructuras (órganos políticos, administrativos y organismos públicos), que todas ellas dependen directa o indirectamente de las instituciones de gobierno, son componentes de la acogida y con causas categóricas para la satisfacción de los visitantes y para la imagen del destino.
No existe un único estándar de hospitalidad.
La hospitalidad turística es condición necesaria para desencadenar primero e incrementar después el desarrollo en cualquier comunidad local.
Jorge Guitelman ex director de Turismo de la Pcia. de Bs.As. entre los años 1987 y 1998 y actual Director de la EPA ( Escuela Popular de Anfitriones de La Costa), escribió en uno de sus libros “Turismo y Hospitalidad”
“(…)La actividad turística para nosotros es la posibilidad que tienen los hombres y mujeres de trasladarse en el espacio y en el tiempo para conocer a otros hombres y mujeres. Por eso cuando la gente viaja dice que va a ver cosas, ya sea atractivos turísticos o naturales, pero resulta que cuando vuelve de ese viaje lo que queda en su memoria tiene poco que ver con los atractivos turísticos o naturales y en cambio sí tiene que ver con la gente que conoció. Aquél que viajó y logró penetrar en ese espacio tan querido por el residente, volvió con un enriquecimiento totalmente distinto al de aquel que viajó y lo único que hizo fue fotografiar o grabar lo que vio.
(…)
No es casualidad que la gente lo que más valore es el trato humano. Y acá vale la pena hacer un paréntesis, y explicar la diferencia que nosotros hacemos entre servicio y trato. Ustedes pueden ir a un hotel cinco estrellas y encontrar el mejor servicio, casi asimilable al servicio de una máquina, si bien esto es valorado por la gente, también hay un mercado emergente que entiende que el servicio de cinco estrellas es un servicio deshumanizado. Esta carencia hace que el trato empiece a emerger con una fuerza que a mi me parece sosteniblemente creciente, que va a hacer que en el siglo que viene, hablemos de la rehumanización de la actividad como algo cotidiano. Desde esta nueva perspectiva, donde evidentemente el principal atractivo es el hombre, cabría preguntarse si cualquier hombre o mujer pueden serlo.
Y aquí decimos que no, porque al hombre hospitalario tenemos que crearlo colectivamente, que es quien debe habitar en un centro o ciudad turística, Porque el hombre hospitalario se forma, y éste es una consecuencia del hombre solidario. De nada sirve que un hombre sea solidario o que determinados hombres y mujeres de una comunidad sean solidarios, lo que importa es que la comunidad entera sea solidaria y organizada
En primer lugar, se habla de un desarrollo sustentable, pero nadie dice quienes son los que tienen que sostener y darle aldesrrrollo sustentable, permanencia en el tiempo. Los que deben sostener son los residentes, los habitantes estables que son los que pueden garantizarlo. Para sostener este planeta hacen falta comunidades organizadas y solidarias y hoy tenemos comunidades desorganizadas e insolidarias, con lo cual ningún proyecto es viable. Nosotros pensamos que castigamos el ecosistema porque si, porque es una causa en sí misma, nosotros afirmamos que lo castigamos justamente por ser miembros de comunidades netamente individualistas donde el hombre es a quien no le interesa en lo más mínimo su semejante y como consecuencia castiga al ecosistema.
(…)
Llegamos a la conclusión de que, sin ponernos a discutir si el turismo es o no una industria, estamos seguros de que es una artesanía. Porque si ustedes se ponen a pensar qué es una industria y qué es una artesanía, rápidamente se van a dar cuenta de que con cualquier material el hombre, ya sea desde el punto de vista industrial o artesanal, tiene respuestas. Cuando el hombre elabora el trato ¿ con qué lo elabora? Con la palabra, con los gestos, con la mirada, con el apretón de manos, con el abrazo, es decir, con elementos que afortunadamente no puede tomar la industria…. para fabricar nada.
Para saber si podemos lograr ser hospitalarios y buenos anfitriones, pensado en el otro, en este siglo XXI, hay gente joven que canta aunque seamos tan distintos , aportando con su música, conceptos y mensajes, es cuestión de animarse, de escucharlos…. ¿quienes son?
Abel Pintos y Axel: Somos uno
Fuentes:
Libro: Turismo y Hospitalidad de Jorge Guitelman ( Ed. 1997)
Revista Hospitalidad de – N.º 2 noviembre 2013