La acción evangelizadora…
Corría el año 1740 y continuaban las guerras entre aborígenes y españoles, entonces las autoridades del Virreinato decidieron buscar otros caminos que les permitieran dominar a los bravos indios para imponer su cultura y llevarse todas las riquezas que había en América.
Don Miguel de Salcedo -gobernador del Virreinato- le propone a los padres Strobel y Querini realizar una expedición del otro lado del Río Salado con el fin de comenzar con una acción evangelizadora. En mayo de 1740 parten hacia el sudeste de la Provincia de Buenos Aires en donde construyen el primer Centro Misionero.
A los centros misioneros se los llamaba «Reducciones» y la primera fue fundada el 26 de mayo da unos 35 Km. de la desembocadura del Río Salado. Se la bautizó con el nombre de «Nuestra Señora de la Concepción de los Pampas» y eran las tierras en donde hoy está el Partido de Castelli.
En el año 1744 les encargan a los padres Tomás Falkner y Joseph Cardiel levantar una carta topográfica del lugar.
La Reducción fundada por ellos se llamó «Nuestra Señora del Pilar» y se instalaron con un grupo de aborígenes que vinieron de las misiones jesuitas del norte, a 3 leguas del mar y a 5 leguas de la Laguna de los Padres -Hoy Partido de General Pueyrredón (Mar del Plata)-.
El Padre Cardiel fue quien descubrió el río que está en General Lavalle y al que los aborígenes llamaron «Ajó» y en 1748 descubrió el arroyo cercano al Cabo San Antonio al que bautizó «San Clemente».
El trabajo de los padres Misioneros era el de convertir a los aborígenes a la fe cristiana, pero muchas tribus no querían y continuaron defendiendo su cultura, sus tierras y sus cultos religiosos.
Las reducciones fueron abandonadas debido a las crueles batallas con los aborígenes del sur, los que volvieron a ser dueños de esas tierras durante 6 años, hasta que en 1761 el Virrey Cisneros le otorga esas tierras -al sudeste del Río Salado- al lugarteniente Clemente López Osornio, quien muere en 1783 y para entonces era dueño de 50 leguas, tierras comprendidas entre Castelli y Mar Chiquita.
En 1790 se decretó la paz general y el Río Salado fue el límite entre el Virreinato y lo que se llamó «El desierto» al que pertenecían las tierras que dos siglos más tarde se denominaría «Partido de La Costa».
Después de la Revolución…
La Revolución del 25 de mayo de 1810 produjo grandes cambios en el nuevo gobierno patrio. Fue el año en que comenzaron -junto con la independencia del Territorio del Buen Ayre de la Corona Española- las relaciones comerciales con países extranjeros, entre ellos Inglaterra, lo que favoreció la radicación de Capitales Británicos en el sur del continente americano.
Los criollos de origen económico modesto, vieron la posibilidad de hacer crecer sus negocios, por eso comenzaron a internarse en la pampa; al oeste, sur y este de la provincia de Buenos Aires, al otro lado del Río Salado. Se convirtieron en estancieros y fue ESTEBAN JOSE MARQUEZ -1810- el primero que compra una gran extensión de tierras en el Rincón de Ajó o del Tuyú, y construye una estancia.
Agustina López Osornio (hija de Clemente López Osornio) se casó con Rosas (padre de Juan Manuel) y obtuvo en 1811 los títulos de propiedad que heredó de su padre, las mismas se encontraban al sur del Río Salado (Pdo. de Castelli). Las tierras al sudeste de la provincia (las que pertenecían a Márquez) pasan a ser propiedad del gobierno. En aquellos años la franja comprendida entre General Lavalle y Mar Chiquita era conocida como «Los Montes Grandes de Dolores».
Comienzan a poblarse las tierras al sur del Salado
En el año 1816 -año en que se declara la Independencia- el gobierno establece algunas condiciones a los dueños de las tierras al sur del Río Salado. Una de ellas fue «Levantar un rancho cada 5 leguas y plantar un monte de 6000 plantas de durazno».
Corría el año 1821 cuando se produce un acontecimiento muy importante: fueron suspendidos los cabildos y las alcaldías por los jueces de paz, uno por cada partido. Esto permitió que se realizara el primer ordenamiento político de la provincia, es decir, por partidos.
La región comprendida entre el Río Ajó al norte, el Río Quequén Grande al sur y desde el mar Argentino hasta unos 200 Km. hacia el oeste, recibía el nombre de Partido de Monsalvo.
Continuaba la guerra contra los indios lo que impedía al gobierno y a los capitales extranjeros expandirse y hacer crecer sus economías por eso los nuevos gobernantes criollos no solo continuaron, sino que reforzaron su artillería para derrotar a los aborígenes, así comenzó la «Conquista del desierto» que duró más de 300 años en donde desaparecieron 60.000 hombres y mujeres de las tribus, que hasta la llegada del blanco eran los dueños del territorio.
El exterminio de los aborígenes fue organizado y ejecutado por el genocida General Julio A. Roca. El orden territorial de la Provincia se realizó con el fin de establecer el orden y la paz.
Con el respaldo del ejército desde los fortines que se construyeron al sur del Río Salado, en la campiña bonaerense aumentaron las estancias y saladeros. Los estancieros y dueños de los saladeros, pasaron a formar el grupo más poderoso de la sociedad, uno de ellos fue Juan Manuel de Rosas.
En el año 1824 la zona ubicada al norte del Partido de Monsalvo, -hoy Gral. Lavalle- la familia Gibson, oriunda de Escocia, compra cuatro leguas, las que más tarde aumentarían con la adquisición de 6 leguas más, en esos campos comienza la cría de ovejas y a la estancia que los lugareños llaman «Los Yngleses».
Al sudeste de la propiedad de los Gibson -en 1825- Joaquín Suares solicita al gobierno en enfiteusis el campo conocido como la Laguna de Juancho era una extensión de 20 ½ leguas, paraje que por entonces se lo conocía con el nombre de «Los Montes Grandes del Tuyú» y allí construyó tres estancias: Juancho Viejo, Charles y la Providencia. Fueron varias las estancias que surgen en esa zona «La Esperanza», «Macedo», «La Unión» y «Las Felicitas», todas actualmente en el Partido de General Madariaga.
El Gaucho, nuestros antepasados
De la unión del español y el aborigen nació «el gringo» o «el gaucho» y su china que habitaban la pampa. Estos hombres y mujeres despreciados por los españoles y rechazados por los aborígenes, tenían su propia cultura, y con orgullo defendieron la patria de Moreno, Belgrano, San Martín, Güemes, Dorrego y tenían sus leyes y códigos propios.
Investigación: Profesora y periodista Antonieta Chiniellato
Ilustraciones: Profesora de Plástica Fabiana Caporaletti