Siempre ata el caballo debajo del olmo robusto y frondoso que da sombra a la entrada de la cochera. Su tronco derecho y su copa ancha, es la referencia inequívoca para quienes buscan la casa del doctor Juliánez.. El portón está abierto de par en par.
Con fingido desinterés, Manuel ingresa despaciosamente. Los perros lo conocen y se le acercan, amistosos.
Busca a Micaela en el huerto, en el jardín de las rosas, sin hallarla. Le sorprende comprobar que el carruaje pequeño no está a la vista, ni lo ve a Mauricio, el cochero, en sus tareas habituales. Bernardina, su mujer, trajina en la cocina, desde donde la ambrosía, como el manjar de los dioses mitológicos, esparce su delicadeza y es la dulzura que a Micaela, le borra el mal humor.
El, la llama mientras recorre la casa. Nadie le responde. Es el enojo de ayer, que seguramente continúa hoy. Su comentario desafortunado la ofendió y el resentimiento en Micaela es difícil de revertir. Sin embargo, dispuesto a encontrarla, atraviesa el largo corredor que une la hilera de dormitorios.
Bomby, también la busca, extraña a su ama; con su andar lánguido de gato se cruza con Manuel que intenta acariciarlo, él lo rechaza encorvando el lomo.
La puerta del cuarto de Micaela está entreabierta y la habitación en penumbras. La empuja, suavemente y al ingresar sorprende a Manuel, el intenso aroma de alhucemas. La cama tendida con detalle, muestra sobre la colcha de brocato dorado, doblada con arte, los bordados y encajes de la preciosa sábana. Amplios almohadones, con volados de puntillas, reposan sobre la almohada. Todo está en orden y el perfume preferido, todo lo abarca, los cajones de su cómoda, de finas líneas, guardan bolsitas colmadas de esas flores secas. El espejo de marco lujoso, con tallados muy antiguos, regalo de la abuela, le devuelve su mirada fisgona. Retrocede, reconoce estar invadiendo intimidades que le son ajenas.
Bernardina, sale de la cocina, para decirle que la niña Micaela no está en casa. No comparte ella esa avalancha sobre los pasos de su patroncita y su gesto es terminante.
La tarde se extingue en resplandores que atraviesan desganados los amplios ventanales que cierran el corredor, contemplar desde allí, el jardín de las rosas, a esta hora, y apreciar su lozanía y sus colores, es un regalo que el espíritu agradece.
Manuel, irritado, monta su caballo con el disgusto marcado en su cara y emprende el regreso. No le gustan los desaires, prefiere la sumisión y la obediencia.
Bomby, atraviesa una vez más el largo corredor, está esperando las caricias de su dueña.
Gladys Mabel Suárez
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Micaela y su donaire
Tornan bello este lugar
El jardín como su dueña
Resalta en sus rosas bellas
Aquel aroma especial
Micaela no comparte
Obediencia y sumisión
Que lo sepa el caballero
Ya Bomby se lo advirtió
Desde su lomo encorvado
Aquí, predominio…no.
Gladys Mabel Suárez
ALHUCEMAS
Arbusto aromático, muy ramificado, de ramas ascendentes o erectas, hojas lanceoladas, estrechadas en ambos extremos, con bordes enteros y algo enrollados y flores de color lila azulado, agrupadas en espigas; puede alcanzar hasta 2 m de altura.
sinónimos: | espliego, lavanda |
nombre femenino
Semilla de esta planta.
sinónimos: | espliego, lavanda |